Luego está esa otra que simplemente está, neutra ante las cosas, vacía de pensamientos, tan tranquila de emociones que a veces se queda parada escuchando su interior sin escuchar nada y se pregunta qué es lo que pasa, o por qué no pasa nada.
Ninguna de las dos se mantiene firme, ninguna de las dos me proporciona lo que necesito, ninguna se impone, se alternan entre ellas con segundos de diferencia llevándome de un lado a otro sin control, de un estado de tortura emocional a un estado de agobiante catatonía. Y mientras yo las dejo hacer desde las sombras, esperando que algún día se compenetren y poder abrazarme a ese yo que puede hacer frente al futuro sin derrumbarse ante el pasado.
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