No hay nada más liberador que escuchar en boca ajena todos los pensamientos y sentimientos que nos desbordan. Sentirte reconfortado al saber que alguien te comprende, no por empatía, sino porque sufre en su interior tu misma tragedia.
No es "mal de muchos...", pero por lo menos poder decir "nuestro mal" y saberse tranquilo porque no hace falta explicar.
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