Sí, lo reconozco, estoy cansada... cansada de intentar, de callar y sonreír, cansada de preocuparme y querer para luego encontrarme que a la primera piedra del camino renuncia y se da la vuelta, que proyecta esa piedra hasta el infinito del camino y la aumenta de manera que es infranqueableable, pasando de ser una pequeña piedra a un muro que construye y que parece, muy en el fondo, que no quiere que supere.
Y al muro le coloca zarzas de espinas, quejas y dudas que no comparte hasta que estoy sobre las frías piedras, desanimándome a continuar porque lo plantea cada vez más complicado, porque mis precarias fuerzas se resienten al ver que aunque haga el esfuerzo suficiente, en el momento crítico y por sorpresa, lanza más peso sobre mi cuerpo.
Y es entonces cuando pensamos que igual ya es suficiente de intentar salvar un muro sin que nos lancen una cuerda para ayudarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario