No nos hiere quien quiere, sino quien puede, y somos nosotros quienes otorgamos ese poder.
Yo aún no controlo a quien se lo doy ni cómo quitárselo.
Demasiadas cosas por aprender que ni siquiera era consciente que desconocía.
Hemos ido avanzando, dejándonos llevar por donde estaba el hilo, hasta que de repente nos encontramos que está roto, su extremo en nuestras manos, miramos al horizonte y no se atisba el otro pedazo. Es hora de buscar nuestro camino por nosotros mismos...
No nos hiere quien quiere, sino quien puede, y somos nosotros quienes otorgamos ese poder.
Yo aún no controlo a quien se lo doy ni cómo quitárselo.
Demasiadas cosas por aprender que ni siquiera era consciente que desconocía.
Pensar, pensar, pensar... Ese es nuestro fallo... Hay que dejar de pensar. Cuando no lo hemos hecho, hemos vivido.
Es curioso, pero empiezo a pensar que un corazón, varias veces herido, acaba por recuperarse cada vez más rápido.
Quizás sea porque cada vez que le hieren deja de sentir un poco y así, a las siguientes veces, hay cada vez menos de lo que recuperarse...
La tristeza tiene alas para elevarse cuando quiera y caer en picado sobre nuestras cabezas.
Espera el momento en que dejamos de estar pendiente de su presencia y planea sobre nosotros oscureciéndonos con su sombra. Y sin saber el motivo agachamos la cabeza, mirando al suelo y perdemos de vista el cielo.
Las fechas especiales no existen, somos nosotros los que las hacemos especiales haciendo algo especial... O dejando de hacerlo...