Y vuelve la calma, la inapetencia, la tranquilidad intranquila, las dudas de dónde se han escondido las sensaciones que hace unos días nos avasallaban. Y pensamos en el entorno, en si la situación es distinta, en si el contexto de nuestro alrededor puede afectarnos tanto de pasar de un extremo a otro, de caminar sobre un mundo en escombros a un desierto de arena firme.
Y en el fondo piensas si vale la pena viajar a ese mundo derrotado donde tu angustía no hace más que rebelarse y tomar el control. Donde nuestro espíritu se empequeñece tanto que su llama se apaga y sólo quedan ascuas. Es preferible una pequeña aunque tenue llama, así, en algún momento, puede darse el caso que la suave brisa la vaya inflamando poco a poco.
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